Keir Starmer, primer ministro británico desde julio, ha dado un paso significativo en su estrategia para «reiniciar» la relación con la Unión Europea, asistiendo este lunes a una reunión del Consejo Europeo en Bruselas, la primera en la que participa un líder británico en los últimos cinco años. Este gesto, cargado de simbolismo político, busca recalibrar los vínculos con el principal socio comercial del Reino Unido y fortalecer la cooperación en defensa en un momento de tensiones geopolíticas. Starmer acudirá a una cena informal en el Palacio de Egmont, donde líderes de los 27 Estados miembros y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, abordarán las prioridades de seguridad europeas, especialmente en relación con la guerra en Ucrania.
El dirigente laborista llega con un objetivo claro: asegurar el apoyo de Bruselas para reforzar la cooperación militar y económica con Ucrania. En este contexto, el Reino Unido espera participar en la próxima ronda de sanciones contra Rusia, mientras la UE prepara su decimosexto paquete de medidas contra Moscú.
Sin embargo, más allá de la colaboración en defensa, Londres enfrenta un dilema político y económico. Por un lado, Starmer necesita reconstruir puentes con la UE tras los desacuerdos pos-Brexit, y por otro, lidiar con las posibles consecuencias de una guerra comercial con Estados Unidos, derivada de las políticas proteccionistas de Donald Trump.
Geopolítica de Estados Unidos
Trump ha insinuado recientemente la posibilidad de eximir al Reino Unido de algunos de los aranceles que planea imponer a la UE. Pero esta supuesta concesión plantea riesgos, ya que cualquier alineación con las demandas comerciales de Washington podría provocar una mayor desalineación respecto a las normativas comunitarias europeas. Este equilibrio es esencial para Starmer, quien prometió evitar un regreso al Mercado Interior o a la unión aduanera, en parte para contener las tensiones internas y no alienar a los votantes pro-Brexit.
Asimismo, persisten diferencias en otros temas sensibles. Bruselas insiste en incluir medidas como la flexibilización del acceso a las aguas británicas para las flotas europeas o la reactivación del Esquema de Movilidad Juvenil, iniciativas que Starmer ha rechazado hasta ahora. Durante su estancia en Bruselas, Starmer tendrá que escuchar las exigencias del presidente francés, Emmanuel Macron, quien no dudará en recordarle que la salida de la UE ha sido un fracaso económico y político para el Reino Unido.
La estrategia de Starmer pasa por encontrar un equilibrio que permita mantener cierta autonomía nacional sin aislarse de su entorno europeo. La negociación prevista para abril será un momento crucial, donde ambas partes tendrán que demostrar flexibilidad para evitar choques mayores. Sin embargo, el éxito de este acercamiento dependerá, en buena parte, de la disposición británica a hacer concesiones tangibles.