La muerte de Hasan Nasralah, líder supremo de Hizbulah, ha dejado a Líbano sumido en una profunda incertidumbre. Menos de 24 horas después del bombardeo israelí que acabó con su vida, las repercusiones se sienten en todo el país, desde las oraciones en silencio hasta la búsqueda de sobrevivientes entre los escombros del cuartel general de Hizbulah en Dahyie, al sur de Beirut.
Mientras en el lado cristiano de la ciudad la vida continúa, en Dahyie las excavadoras intentan desenterrar los restos del cuartel, destruido por las bombas israelíes de 900 kilos. A pesar de la devastación, el cuerpo de Nasralah fue encontrado relativamente intacto. Fuentes de Hizbulah indicaron que la causa de la muerte fue el impacto de la explosión.
El Estado libanés ha decretado tres días de luto oficial, una medida que refleja el impacto que Nasralah tuvo tanto en sus seguidores como en sus detractores. Ahmed, un druso que ha vivido todas las guerras del país, resumió el sentimiento general: «Su asesinato trae aún más incertidumbre de la que ya teníamos».
Posible invasión terrestre de Israel
Aunque no se han dado detalles sobre el funeral, se espera que sea en Dahyie, donde la milicia prepara sus ceremonias para los «combatientes caídos». Sin embargo, la zona sigue siendo objetivo de los bombardeos israelíes, y la ofensiva contra Hizbulah continúa. Según fuentes israelíes, en lo que va de año han eliminado a ocho de los nueve comandantes militares más altos del grupo, además de herir a 1.500 combatientes en recientes ataques.
Tras la muerte de Nasralah, todas las miradas se centran en Hashem Safiedine, designado como su sucesor. Con fuertes lazos con Irán, Safiedine hereda un puesto extremadamente peligroso, en medio de una ofensiva que no parece tener fin.
Mientras tanto, el resto de los libaneses enfrenta las devastadoras consecuencias del conflicto. El último domingo, bombardeos israelíes mataron a 24 personas en Ain Deleb, otras cuatro en el valle de la Bekaa y dos más en Baalbek. Según el Ministerio de Salud libanés, el conflicto ha dejado 1.640 muertos, 8.404 heridos y más de un millón de desplazados.
Para muchos, como Rana, una joven chií que perdió su casa en un bombardeo reciente, la situación es insostenible. «No veo futuro aquí», comenta, mientras se prepara para abandonar el país en busca de seguridad en Berlín, sumando su nombre a la larga lista de libaneses que buscan escapar de un conflicto que parece estar lejos de terminar.