En medio de un aumento de tensiones en Oriente Medio, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha decidido enviar más tropas al Líbano y ha amenazado con convertirlo en una «segunda Gaza». Esta medida llega en un contexto en el que Hezbolá ha intensificado sus ataques, lanzando más de cien proyectiles contra la ciudad de Haifa y el norte de Israel. En Kiryat Shmona, las calles desiertas resuenan con la frase: “solo la guerra traerá la paz”.
Netanyahu advirtió a los libaneses sobre las consecuencias de no deshacerse de Hezbolá, que, según él, está debilitada en comparación con años anteriores. Por su parte, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, había declarado que bombardearían a la milicia hasta llevarla “de vuelta a la edad de piedra”. En el norte de Israel, la situación es tensa, y aunque se respira un silencio pesado, este es interrumpido por las explosiones que surgen de los ataques de Hezbolá.
El ejército israelí, con cuatro divisiones desplegadas en Líbano, busca desmantelar las posiciones de Hizbulah, que se encuentra a menos de 60 kilómetros de la frontera. Las fuerzas de defensa antiaérea han interceptado la mayoría de los cohetes lanzados por Hezbolá, protegiendo así a la población israelí. A pesar de los esfuerzos, Hizbulah mantiene la capacidad de lanzar ataques, incluyendo el reciente impacto en Haifa, un hecho que no ocurría desde hace 18 años.
Netanyahu ha instado a los libaneses a levantarse contra la “tyranny” de Hezbolá, aunque su retórica no ofrece soluciones claras. Este tipo de incitación a la revolución genera preocupaciones sobre las posibles consecuencias, ya que históricamente, tales movimientos han llevado a conflictos internos y dictaduras en la región.