El primer ministro canadiense, Mark Carney, visitó por primera vez la Casa Blanca este martes tras su reciente victoria electoral, en un encuentro marcado por la tensión soterrada y los desacuerdos estratégicos con el presidente estadounidense, Donald Trump. Aunque la reunión transcurrió con formas diplomáticas y sin incidentes públicos, las divergencias entre ambos líderes fueron evidentes, especialmente en torno al comercio bilateral y las insinuaciones del mandatario republicano sobre una posible anexión de Canadá a Estados Unidos.
Carney respondió con firmeza a estas aspiraciones, reiterando que “Canadá no está en venta, y no lo va a estar jamás”. Trump, en tono aparentemente distendido, replicó: “Nunca digas nunca”. La frase, pronunciada en el Despacho Oval, simboliza el estado actual de unas relaciones que atraviesan su peor momento en décadas. La llegada de Carney al poder en Canadá, tras un giro electoral anti-Trump del electorado canadiense, ha intensificado una ruptura ya iniciada durante el mandato de su predecesor, Justin Trudeau.
El principal punto de fricción entre ambos gobiernos es la política arancelaria. Desde marzo, la Casa Blanca ha impuesto gravámenes del 25% a varios productos canadienses fuera del acuerdo USMCA, incluido el acero, el aluminio y la madera blanda. En respuesta, Canadá aplica impuestos similares a bienes estadounidenses por valor de más de 44.000 millones de dólares. Aunque ambos países continúan bajo el paraguas del tratado comercial firmado en 2020, su efectividad está en entredicho.
“Canadá no está en venta, y no lo va a estar jamás”.
A nivel social, la tensión política ha tenido efectos tangibles: los canadienses han reducido sus visitas a EE. UU., y muchos han optado por boicotear productos estadounidenses. Una encuesta de marzo reveló que solo el 9% de los ciudadanos canadienses apoyaría integrarse como parte de Estados Unidos, frente a un 85% que rechaza la idea.
Carney dejó claro desde su campaña que su administración busca reforzar los lazos comerciales y diplomáticos con Europa y otros socios estratégicos. En su discurso de victoria, señaló: “Ya hemos superado la conmoción que supuso la traición estadounidense, pero nunca olvidaremos esa lección”.
Pese a los gestos de cordialidad, la reunión reflejó que la relación bilateral atraviesa una etapa de redefinición. Ambos líderes se habían comunicado previamente por teléfono en dos ocasiones, describiendo las conversaciones como “constructivas”, pero el cara a cara ha puesto en evidencia las profundas diferencias. El secretario de Comercio de EE. UU., Howard Lutnick, reconoció un día antes que alcanzar un nuevo acuerdo con Canadá sería “muy complejo”.