Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha decidido apostar su capital político y diplomático en un acuerdo para Gaza que marca una nueva etapa para la diplomacia internacional tras dos años de conflicto. En vísperas de la cumbre de paz de Sharm el-Sheikh, una treintena de líderes mundiales se disponen a respaldar los pactos alcanzados con la mediación de Egipto, Qatar y Turquía, lo que apunta a una mayor disposición global para sellar el fin de las hostilidades y afrontar los grandes desafíos que sobrevienen en la región.
Frente a las declaraciones del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien insiste en que las operaciones militares aún no han concluido, Trump se muestra convencido de la solidez del alto el fuego. “La guerra ha terminado. La guerra ha terminado, ¿lo entienden?”, afirmó antes de partir hacia Israel y Egipto, subrayando la necesidad de aprovechar una coyuntura de agotamiento bélico como elemento catalizador de acuerdos sostenibles.
La agenda del mandatario estadounidense prevé reuniones con familiares de rehenes y un pronunciamiento en la Knéset, así como la copresidencia —junto a su homólogo egipcio Abdelfatah al Sisi— de la cumbre de Sharm el-Sheikh. Personalidades como Emmanuel Macron, Pedro Sánchez, Keir Starmer, Giorgia Meloni y Friedrich Merz figuran entre los participantes, lo que añade peso a un proceso nacido de negociación entre partes tradicionalmente opuestas.
Futuro político de Gaza
Sin embargo, la construcción de una paz duradera enfrenta retos inmediatos. Entre los principales, la definición del futuro liderazgo en Gaza —Trump ha propuesto a Tony Blair, cuyo perfil despierta resistencias— y la participación futura de la Autoridad Nacional Palestina, cuestionada por Netanyahu. Además, Hamás ha mostrado reservas sobre el desarme exigido y no existen detalles sobre el posible exilio de sus dirigentes.
Mientras el ejército israelí se ha replegado de amplias zonas al sur pero mantiene posiciones estratégicas, unos 200 soldados estadounidenses supervisan el cumplimiento del alto el fuego junto a un equipo multinacional. El coste de la reconstrucción de Gaza, estimado en mil millones de dólares, aún no encuentra financiadores claros, y el futuro económico y político del enclave se mantiene abierto a múltiples actores.
A pesar del actual optimismo diplomático, el proceso depende en última instancia de la capacidad de los líderes de mantener el diálogo y transformar la presión internacional en un compromiso efectivo. “Gran parte de Gaza es un páramo”, relatan funcionarios de la ONU y del propio Gobierno estadounidense, mientras los actores internacionales buscan poner cimientos para la recuperación y la convivencia en una zona devastada.