El encuentro celebrado en Bruselas entre Salvador Illa, presidente de la Generalitat, y Carles Puigdemont, expresidente catalán y líder de Junts per Catalunya, representa un gesto institucional de gran calado para la política catalana y española, y subraya el esfuerzo por normalizar relaciones tras años de desencuentro generados por el procés. Durante una hora y media, ambos dirigentes conversaron en la sede de la Generalitat en la Unión Europea, a escasos metros de las instituciones comunitarias, en un ambiente definido por el respeto protocolario y la voluntad de mantener un tono sereno.
La reunión, organizada a petición de Illa y acompañada por una notable presencia mediática, culmina la ronda protocolaria de encuentros con todos los expresidentes catalanes, pero cobra especial relevancia por su carga simbólica: Carles Puigdemont, aún en el extranjero y pendiente de la resolución judicial sobre la amnistía, vuelve a situarse en el centro del tablero institucional y es reconocido de nuevo como interlocutor político de primer nivel. Mientras tanto, el Gobierno central, liderado por Pedro Sánchez, busca consolidar la frágil mayoría parlamentaria de la que depende la estabilidad política nacional. El respaldo de Junts resulta fundamental, tanto en la próxima votación sobre la reducción de la jornada laboral como en la negociación de los Presupuestos Generales, aunque las partes insisten en que este último punto aún no está sobre la mesa.
“El diálogo es el motor de la democracia”.
Tanto Illa como Puigdemont han optado por mensajes públicos que refuerzan la legitimidad de sus posiciones pero sin estridencias. Illa insistió en que “el diálogo es el motor de la democracia” y que se trata de un ejemplo positivo para Cataluña. Puigdemont, por su parte, remarcó que la normalidad institucional todavía no se ha restablecido, al tiempo que agradeció la cortesía de su interlocutor y lamentó que la reunión no se celebrase antes ni en Barcelona. El protocolo cuidado, la escenografía deliberadamente neutra y la ausencia de banderas ilustran el afán por transmitir una imagen de institucionalidad y respeto mutuo, pese a las profundas diferencias políticas.
Este gesto, que sella un cambio de actitud en la política catalana, también beneficia a Illa, quien avanza hacia la centralidad política reclamando el liderazgo del diálogo y la gobernabilidad. A su vez, Puigdemont reafirma su peso como actor clave, en un momento en el que los próximos meses se esperan decisivos para el futuro institucional de Cataluña. La fotografía del apretón de manos refuerza la voluntad de ambos líderes de abrir una nueva etapa de relaciones políticas, superando la lógica de bloques y apostando por la estabilidad y la interlocución directa, claves ante los desafíos pendientes.