La OTAN prepara un salto estratégico en su capacidad militar con el objetivo de consolidar una disuasión creíble ante amenazas persistentes como la que representa Rusia. El secretario general de la Alianza, Mark Rutte, ha asegurado durante una visita oficial a Londres que “la seguridad de los aliados exige un aumento del 400% en la defensa aérea y antimisiles”. Esta propuesta se presenta como una de las prioridades de cara a la próxima cumbre que se celebrará este mes en los Países Bajos.
Rutte ha insistido en que la amenaza desde el cielo es una realidad duradera, más allá del desenlace de la guerra en Ucrania. “Rusia siembra terror desde el cielo”, afirmó el secretario general, al subrayar que el espacio aéreo es una de las dimensiones donde Europa presenta mayores vulnerabilidades. Una visión que comparte con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
La Alianza ha aprobado recientemente sus objetivos de refuerzo militar para los próximos cuatro años, en un documento clasificado que identifica necesidades clave: sistemas antiaéreos y antimisiles, armamento de largo alcance, logística y capacidad de maniobra terrestre. En paralelo, Rutte ha instado a los Estados miembros a destinar hasta el 5% de su PIB a defensa, una propuesta que supera con creces la actual meta del 2%. De ese porcentaje, un 3,5% estaría destinado a gasto militar directo y un 1,5% a inversiones estratégicas en defensa.
Perspectivas de la OTAN
El aumento de capacidades logísticas, blindados, tanques y munición de artillería —incluido un millón de proyectiles adicionales— se plantea como fundamental para mantener la operatividad de las fuerzas aliadas. También se prevé duplicar la infraestructura de apoyo, como el transporte, el suministro o los servicios médicos en campaña.
Aunque países como España han expresado su intención de mantenerse en el objetivo del 2%, el mensaje de Rutte, en línea con la postura del expresidente estadounidense Donald Trump, intensifica la presión para redefinir los compromisos presupuestarios de los aliados.
El refuerzo de la defensa aérea aparece así como una necesidad estratégica que trasciende el presente conflicto en Europa del Este. Los esfuerzos actuales, como los contratos del Gobierno español para fortalecer su sistema por capas, reflejan avances parciales, pero aún insuficientes en comparación con las expectativas de la Alianza.