E conflicto en Oriente Próximo ha vivido un giro con alto valor simbólico y estratégico. Emmanuel Macron, presidente de Francia, ha encabezado una histórica conferencia en la ONU reconociendo oficialmente al Estado de Palestina, iniciativa a la que se han sumado líderes como Pedro Sánchez (España) y Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), ampliando la presión sobre Israel y renovando el debate sobre la solución de los dos Estados.
Esta oleada de reconocimientos llega tras meses de negociaciones y se alinea con una tendencia creciente en la comunidad internacional. Líderes como Macron han enfatizado que “ha llegado el momento de la paz”, apostando por una transición en Gaza bajo supervisión de la Autoridad Palestina y por el desmantelamiento de Hamás, al tiempo que se mantiene la exigencia de liberación de todos los rehenes israelíes. Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, ha urgido tanto a Hamás a entregar sus armas como a Israel a regresar a la mesa de negociación, subrayando la necesidad de un alto el fuego inmediato y permanente.
El secretario general de la ONU, António Guterres, sostiene que la negativa de Israel a la solución de los dos Estados incrementará su aislamiento internacional y plantea la urgencia de buscar salidas sostenibles, reafirmando el derecho internacional y la convivencia de ambos pueblos dentro de fronteras reconocidas y seguras.
Situación en Gaza
En paralelo, sobre el terreno la situación humanitaria se agrava. Los bombardeos en Gaza han dejado fuera de servicio hospitales clave, agravando la ya crítica situación de los civiles. Protestas y huelgas en ciudades europeas muestran la creciente presión social y política sobre los gobiernos occidentales para actuar ante el deterioro de la crisis. Philippe Lazzarini, comisionado de la UNRWA, recalca que el reconocimiento del Estado palestino no tendría efecto duradero si no va acompañado de un alto el fuego real y de compromisos serios con el proceso de paz.
El reciente posicionamiento de figuras como Macron, Sánchez y Abbas, sumados a la presión de Guterres y el respaldo de decenas de gobiernos, redefine el tablero internacional y genera una dinámica de reconocimiento e intervención diplomática con posibles repercusiones a largo plazo.