La primera jornada del cónclave que busca elegir al sucesor del papa Francisco ha concluido sin consenso entre los cardenales. Pasadas las 21.00 horas del miércoles 7 de mayo, una fumata negra emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina, indicando que ninguno de los 133 cardenales electores ha alcanzado los 89 votos necesarios para ser proclamado nuevo pontífice.
La votación se había iniciado poco después del cierre de puertas de la capilla, que se produjo a las 17.46 con la tradicional fórmula latina “extra omnes”, pronunciada por el maestro de ceremonias Diego Ravelli. Desde ese momento, los cardenales quedaron totalmente incomunicados con el exterior, en un proceso marcado por el secretismo y el ritual litúrgico.
En el exterior, más de 45.000 personas, según datos de Vatican News, se congregaron en la plaza de San Pedro a la espera del resultado. La afluencia de fieles, curiosos y turistas aumentó progresivamente a lo largo de la tarde, hasta llenar por completo el recinto. La expectación creció especialmente tras el retraso en la emisión del humo, que finalmente apareció de color negro después de más de tres horas de deliberación.
La falta de acuerdo en esta primera jornada no ha sorprendido, teniendo en cuenta las divisiones internas entre los cardenales. Mientras algunos purpurados apuestan por mantener el rumbo reformista iniciado por Francisco, otros sectores muestran interés en corregir su legado. La figura de Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano, aparece como posible candidato de consenso, aunque sin apoyo suficiente por el momento.
A partir de mañana jueves, el cónclave continuará con cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde. Si ninguna candidatura alcanza la mayoría de dos tercios tras tres días de votación, se concederá una jornada de reflexión. Las reglas, establecidas por la Constitución Apostólica, buscan favorecer el consenso entre los electores sin forzar los tiempos.
En caso de elección, se activarán inmediatamente las seis campanas de la basílica de San Pedro. Tras el tradicional anuncio del Habemus papam desde el balcón central, el nuevo pontífice se presentará ante el mundo y dará la bendición Urbi et Orbi. Hasta entonces, el mundo seguirá mirando hacia el tejado de la Capilla Sixtina.