Las recientes elecciones generales en Japón han puesto de manifiesto un escenario inédito de fragmentación parlamentaria, sumiendo al país en una importante incertidumbre política y el partido del Gobierno en clara tendencia negativa. La coalición gobernante, encabezada por el Partido Liberal Democrático (PLD) junto a su socio tradicional, el Komeito, ha perdido su mayoría absoluta en la Cámara Baja de la Dieta japonesa. Con una caída de 279 a 215 escaños, el PLD ha obtenido su peor resultado en quince años, alcanzando solo 191 escaños, una cifra que marca una fuerte caída respecto a los 247 que controlaba previamente. En comparación, el principal partido de la oposición, el Partido Democrático Constitucional (PDC), ha incrementado su representación, pasando de 98 a 148 escaños, lo que denota el éxito de la estrategia centrista liderada por el ex primer ministro Yoshihiko Noda.
El desplome del PLD se ha visto agravado por los escándalos de corrupción que han dañado su imagen en los últimos años. Estos han estado relacionados con vínculos con la Iglesia de la Unificación y con casos de ingresos no declarados, que ya forzaron la renuncia del primer ministro Fumio Kishida. La elección de Shigeru Ishiba como líder no ha logrado restaurar la confianza pública, lo que se refleja en el resultado electoral y en el sentimiento generalizado de traición entre los votantes, como expresó un antiguo simpatizante del PLD en Tokio: «Ellos nos han traicionado», en referencia a la falta de transparencia del partido.
Nuevo panorama político
El Komeito, aliado tradicional del PLD, también ha reducido su presencia de 32 a 24 escaños, dejando a la coalición con un total de 215 asientos, insuficiente para mantener la mayoría. Aunque el PDC ha aumentado su número de escaños, tampoco cuenta con la mayoría para formar un gobierno sin apoyo adicional. Este panorama coloca al centrista Partido Democrático para el Pueblo (PDPP) en una posición de influencia inesperada, al haber pasado de 7 a 28 escaños, convirtiéndose en un socio potencial tanto para el PLD como para el PDC. Otra alternativa para el PLD sería buscar una alianza con el partido populista Nippon Ishin no Kai, aunque esta opción presenta dificultades debido a las diferencias ideológicas.
Por el momento, Shigeru Ishiba se ha abstenido de declarar si seguirá al frente del PLD, mencionando que tomará una decisión en los próximos días. Su aparente indecisión podría abrir la puerta a una competencia interna por el liderazgo del partido, en la cual figuras como Sanae Takaichi y Shijiro Koizumi se perfilan como candidatos probables. Takaichi, conocida por su cercanía con el ex primer ministro Shinzo Abe, ya ha mostrado reservas al rechazar una posición en el Gabinete, mientras que Koizumi, exjefe de campaña de Ishiba, también ha reconocido su responsabilidad en el mal desempeño del partido.
Hegemonía amenazada
Este escenario de fragmentación parlamentaria marca un cambio significativo en la política en Japón, tradicionalmente caracterizada por la estabilidad que el PLD, partido del Gobierno, había logrado mantener durante décadas. La falta de una mayoría clara complica el panorama político y podría retrasar decisiones gubernamentales clave, generando una incertidumbre sin precedentes en la gestión de asuntos domésticos e internacionales.