Washington ha decidido intensificar la presión sobre Moscú tras la suspensión de la esperada cumbre entre Donald Trump y Vladímir Putin. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, confirmó que Estados Unidos prepara un “aumento sustancial” de las sanciones contra Rusia por su ofensiva en Ucrania. El anuncio marca un nuevo punto de inflexión en la estrategia de la Casa Blanca, que alterna señales diplomáticas con un endurecimiento económico frente al Kremlin.
La decisión se produce horas después de que la Comisión de Exteriores del Senado aprobara tres proyectos de ley clave: declarar a Rusia Estado patrocinador del terrorismo por el secuestro de menores ucranianos, utilizar los activos rusos congelados en Estados Unidos para financiar la reconstrucción de Ucrania y sancionar a China por su apoyo económico a Moscú. El Congreso, dominado por republicanos, busca mantener la iniciativa ante una Casa Blanca que había apostado por explorar una salida negociada antes de que la cumbre bilateral quedara cancelada.
Vía diplomática
El endurecimiento de las sanciones cuenta con el aval de Trump, que se ha mostrado partidario de mantener la presión sobre Putin aunque sin renunciar a la vía diplomática. La cancelación de su reunión en Moscú, prevista como un posible intento de distensión, refleja el cambio de ritmo en la relación entre ambas potencias. Washington considera que, sin avances concretos en el terreno político, no puede seguir posponiendo medidas coercitivas.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, viajó a Washington tras la suspensión de la cumbre y defendió la estrategia estadounidense. “Tengo plena confianza en el presidente Trump; es el único que puede lograr un acuerdo duradero”, declaró tras reunirse con senadores de ambos partidos. Rutte insistió en la necesidad de mantener la coordinación aliada y defendió la nueva regla del 5% del PIB en gasto de defensa, impulsada por la presión directa de Trump.