Momento político clave por las sombras de corrupción que avasallan a Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno ha comparecido ante el Congreso para reafirmarse como líder dispuesto a resistir. Sin ocultar el desgaste, el mandatario ha reconocido errores, ha pedido disculpas y ha presentado un ambicioso plan nacional contra la corrupción. La iniciativa, articulada en colaboración con la OCDE, contiene 15 medidas que buscan reforzar los controles institucionales, proteger a los denunciantes y endurecer las sanciones a quienes incurran en malas prácticas, tanto en la esfera pública como privada.
Sánchez ha abordado de forma directa los escándalos que han afectado a su partido, especialmente el caso que involucra a Santos Cerdán, ex número tres del PSOE, actualmente en prisión. “Fue un error confiar en él”, ha admitido, reconociendo también que inicialmente restó credibilidad a las informaciones de los medios. Aun así, ha optado por mantenerse en el cargo, alegando razones de responsabilidad institucional y compromiso con sus socios parlamentarios. “No tiraré la toalla”, ha insistido en varias ocasiones, apelando a una narrativa de perseverancia personal que ha marcado buena parte de su discurso.
El plan presentado por Sánchez incluye la creación de una agencia anticorrupción independiente, controles patrimoniales a altos cargos y la aplicación de inteligencia artificial para detectar fraudes en los contratos públicos. También se contempla reforzar la fiscalía especializada y crear secciones judiciales específicas, con el objetivo de agilizar las investigaciones. Aunque algunos de estos compromisos responden a exigencias de sus aliados, Sánchez ha querido mostrarse como el promotor de un cambio estructural y cultural que trascienda el corto plazo.
Defensa de la gestión
No obstante, la intervención del presidente ha estado marcada por una defensa cerrada de su gestión y una confrontación directa con el Partido Popular. Sánchez ha acusado a Alberto Núñez Feijóo de mantener una “doble vara de medir” y ha insistido en que su Ejecutivo, junto con el de José Luis Rodríguez Zapatero, ha sido “el más limpio de la democracia”. Lejos de eludir las comparaciones, el jefe del Ejecutivo ha dedicado buena parte de su discurso a recordar los casos de corrupción que marcaron anteriores gobiernos del PP, especialmente los de Mariano Rajoy y José María Aznar, al que ha calificado como “el más corrupto de toda la democracia”.
La réplica de la oposición, encabezada por Feijóo, ha sido dura. Mientras la portavoz del PNV afirmaba que la confianza de su grupo “está en la UCI”, desde las filas populares se coreaba “dimisión” al cierre del pleno. A pesar de ello, Sánchez ha rechazado dimitir o convocar elecciones anticipadas. “La legislatura debe completarse”, ha sentenciado, reiterando que su mandato llegará hasta 2027. En un gesto hacia Junts, ha asegurado que la amnistía “no es el final de nada, sino el inicio de un proceso”, subrayando su disposición al diálogo para profundizar en el autogobierno catalán.
Socios de la investidura
Consciente de la fragilidad de su mayoría, el presidente se aferra a su hoja de ruta y presenta una narrativa de resistencia frente a las “estructuras de poder” que, según él, buscan desestabilizar su mandato. La eficacia de sus propuestas y su capacidad para recuperar la confianza parlamentaria determinarán si esta nueva etapa consigue reforzar su liderazgo o si, por el contrario, profundiza la crisis que atraviesa su Gobierno.