Keir Starmer ha endurecido este lunes las normas de inmigración en el Reino Unido, apenas dos semanas después de que el avance de la derecha populista en las elecciones locales hiciera temblar los cimientos tanto del Partido Laborista como del Partido Conservador. Entre las medidas anunciadas desde Downing Street destaca la duplicación del plazo necesario para que los inmigrantes accedan a la residencia permanente: de cinco a diez años. También se exigirá una mayor formación mínima a los trabajadores extranjeros y se reforzará el control sobre los visados de estudiantes.
El primer ministro británico ha justificado el giro como una respuesta «progresista» al descontrol heredado de los gobiernos tories. “Lo hago porque creo que es lo correcto. Necesitamos reducir significativamente la inmigración”, afirmó Starmer, quien insiste en que el objetivo es corregir un sistema que, según él, ha sobrecargado los servicios públicos, distorsionado el mercado laboral y generado incentivos para importar mano de obra en lugar de formar talento local.
Excepciones
Pese al endurecimiento, el nuevo marco contempla excepciones. El documento oficial (white paper) detalla que quienes demuestren una “contribución real y sostenida” —como pagar impuestos, realizar voluntariado o trabajar en sectores clave— podrían conservar el acceso a la residencia a los cinco años. Aun así, se amplían los requisitos de idioma, se endurecen las condiciones para la reagrupación familiar y se suspende la concesión de nuevos visados de trabajo para el sector de la dependencia, aunque con un periodo de transición hasta 2028.
El Ejecutivo también reformará el sistema universitario, endureciendo la concesión de visados a estudiantes internacionales. Se alega que muchas universidades han actuado con laxitud, aceptando matrículas caras que luego no se traducen en un compromiso académico real. En paralelo, el nivel educativo mínimo y el salario exigido a los trabajadores cualificados aumentarán, buscando priorizar perfiles más formados.
Desde junio de 2023 hasta junio de 2024, 728.000 personas entraron en el Reino Unido, según la Oficina Nacional de Estadística. Aunque la cifra ha bajado respecto al año anterior (906.000), sigue muy por encima de la media prepandemia. Starmer ha prometido que las cifras netas de inmigración caerán progresivamente hasta el final de su primer mandato, en 2029, y ha advertido que está dispuesto a ir más lejos si las presiones sobre vivienda y servicios no se reducen.
Este endurecimiento se interpreta como un intento de neutralizar el discurso del partido Reform UK de Nigel Farage, que ha logrado capitalizar el malestar social con una retórica antiinmigración. En privado, varios diputados laboristas reconocen su temor a que la derrota electoral se extienda a las generales si no se aborda con firmeza el tema migratorio. Starmer parece haber tomado nota en Reino Unido.