La primera ministra de Reino Unido, Liz Truss, se enfrenta a su primera crisis de gobierno tras tener que recular una de sus medidas estrella para combatir la alta inflación y el encarecimiento del coste de la vida. A pesar del giro de 180 grados en torno al impuesto sobre la renta para los más ricos, la primera ministra británica aún no ha recuperado la confianza del Partido Conservador británico con el ambicioso paquete de medidas anticrisis que se pondrá en marcha para su posterior debate en la Cámara de los Comunes.
Después de que los mercados reaccionaran mal al anuncio del plan de reducción de impuestos y que la libra se desplomara ante el dólar a niveles históricos, la presión se volvió sofocante tanto dentro como fuera de las filas conservadoras. El pánico desatado no solo era financiero, también es político. La última encuesta de YouGov, publicada por el diario The Times, daba a la oposición laborista una ventaja de 33 puntos porcentuales sobre los conservadores en unas hipotéticas elecciones generales.
En la primera hora del lunes, el gobierno británico anunció en un comunicado que da marcha atrás en una de las medidas más polémicas del plan: la reducción de la tasa más alta del impuesto sobre la renta, que pretendía reducir del 45% al 40%.
Primera rectificación del nuevo gobierno británico
«Está claro que la abolición de la tasa impositiva del 45% se ha convertido en una distracción de nuestra misión primordial de abordar los desafíos que enfrenta nuestro país», reza el texto, firmado por el ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng.
Figuras relevantes de la formación, que esta semana celebra su congreso anual en la ciudad de Birmingham, habían exigido a Truss una rectificación. Parte del paquete de medidas anticrisis, que deberá recibir la aprobación del Parlamento, corría el riesgo de ser rechazado, con su voto en contra, por los diputados rebeldes.