El nuevo presidente de Polonia, Karol Nawrocki, asume su mandato en un contexto de profunda polarización política y con un tono de confrontación manifiesta frente al Gobierno liderado por Donald Tusk. Durante su toma de posesión ante el Parlamento, Nawrocki, vinculado al partido ultraconservador Ley y Justicia, acusó al Ejecutivo liberal de “violar regularmente la Constitución” y de desatender los principios fundamentales del Estado de derecho. Entre sus primeras declaraciones, destacó la importancia de que las autoridades actúen “sobre la base y dentro de los límites de la ley”, subrayando la falta de un fiscal nacional con una designación legítima y el incumplimiento de normativas constitucionales.
El presidente no tardó en enfatizar el papel que, a su juicio, deben desempeñar los jueces, recordando que estos “no son dioses”, sino que deben servir a la República y a la ciudadanía polaca. Nawrocki aseguró que no firmará nombramientos ni ascensos para jueces que, en su opinión, actúen al margen de la Constitución, asumiendo una postura firme en el debate sobre la independencia judicial, eje central de las tensiones recientes entre Polonia y la Unión Europea.
«Los jueces no son dioses».
El desencuentro con Bruselas persiste, ya que durante los años de gobierno de Ley y Justicia, el deterioro del Estado de derecho derivó en la congelación de fondos europeos y en la apertura de procedimientos de infracción. Nawrocki ha reafirmado que su visión judicial coincide con la de su partido, mientras los diputados del grupo han respaldado fuertemente sus palabras en la Cámara.
Por su parte, Donald Tusk, primer ministro, ha respondido con determinación al nuevo jefe de Estado, señalando que el Ejecutivo está “preparado para la confrontación” y reorganizando su gabinete para afrontar el previsible bloqueo institucional, con figuras como el nuevo ministro de Justicia, Waldemar Zurek, y el ascenso de Radoslaw Sikorski en el Ministerio de Exteriores. El jefe del Gobierno ha insistido en la necesidad de cooperación en cuestiones clave como la seguridad, pero también ha advertido sobre las posibles consecuencias de una escalada institucional.
Nawrocki, que ganó las elecciones con un ajustado 50,89% de apoyos, ha reivindicado su triunfo pese a “la propaganda, las mentiras y el desprecio”. En su primer discurso, anunció la creación de un “consejo para la reparación del sistema estatal” y la intención de promover una nueva Constitución en 2030. Además, ratificó su compromiso con una Polonia soberana en el seno de la UE, pero recalcando la autonomía nacional frente al bloque comunitario.
La cohabitación entre presidencia y gobierno se perfila, por tanto, como un periodo de alta tensión, reflejando la polarización de la sociedad polaca y la pugna por las instituciones en un momento crucial para la relación entre Varsovia y Bruselas.