Egipto se consolida una vez más como el eje de las negociaciones diplomáticas para la paz en Gaza, al acoger en Sharm El Sheikh el inicio de un nuevo proceso de diálogo directo e indirecto entre Israel y representantes palestinos, con la mediación activa de enviados del presidente estadounidense Donald Trump. La presencia de Jared Kushner, arquitecto de los acuerdos de Abraham, y Steve Witkoff pone de manifiesto la apuesta estadounidense por reactivar canales que integren la economía y la seguridad regional en torno a la iniciativa de Washington.
Las delegaciones palestinas —en particular Hamas— han introducido desde la primera jornada uno de los principales obstáculos a la marcha del proceso: la petición de que algunos militantes involucrados en el ataque del 7 de octubre sean amnistiados, conforme a los términos recogidos en el nuevo plan de paz impulsado conjuntamente por Trump y el primer ministro israelí Beniamin Netanyahu, y que cuenta con el aval de gobiernos árabes clave. Ese planteamiento choca abiertamente con la posición de Israel, que conmemora el segundo aniversario del ataque de Hamas en un contexto marcado por profundas heridas sociales y políticas. El hecho de que algunos de los rehenes tomados entonces permanezcan aún bajo cautiverio dota de especial simbolismo y presión a las conversaciones.
Egipto, anfitrión y neutral
La respuesta israelí tras el 7 de octubre produjo una concatenación de operaciones militares que han afectado gravemente a la población civil de Gaza, con estimaciones que elevan las víctimas palestinas por encima de las 60.000. El entorno en el que se dan estas negociaciones refleja la prolongada encrucijada humanitaria, política y geoestratégica de Oriente Medio y la dificultad para alcanzar consensos duraderos. No obstante, la elección de Egipto como anfitrión y garante neutral confirma su relevancia histórica y vigente como centro neurálgico de la diplomacia regional.
El avance de este proceso dependerá no solo de la capacidad negociadora de las partes, sino también de la habilidad egipcia para ejercer como puente y garante, en un momento en que la comunidad internacional observa cada movimiento con atención y prudencia, consciente de que la paz sigue siendo frágil y dependiente de concesiones muy complejas para ambos bandos.