La Unión Europea mantiene la vía diplomática abierta con Washington mientras crece la inquietud en Bruselas ante la inminente decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, sobre la imposición de nuevos aranceles a productos europeos. Aunque el entorno comunitario comenzó la semana con cierto optimismo, las señales emitidas desde la Casa Blanca han rebajado notablemente las expectativas.
Las conversaciones entre el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, y el secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, se han intensificado, con el propósito de afianzar un principio de acuerdo que permita establecer un marco estable para futuras negociaciones. Sin embargo, ese principio se enfrenta a una variable difícil de prever: la volatilidad del enfoque negociador del presidente Trump.
Los aranceles que Estados Unidos estudia imponer podrían situarse entre el 15 % y el 20 %, según han señalado fuentes diplomáticas. El sector agrícola —especialmente sensible para países como Francia e Italia— podría quedar exento tras las reticencias expresadas por varios Estados miembros. También preocupa el impacto sobre sectores ya afectados por políticas proteccionistas previas, como el del automóvil, el acero o el aluminio.
Retirada de la tasa Google
La UE, por su parte, ha optado por mantener un perfil bajo y evitar cualquier gesto que pueda escalar el conflicto. Como señal de buena voluntad, Bruselas ha retirado del borrador presupuestario 2028–2034 la llamada tasa Google, un impuesto que afectaría principalmente a empresas tecnológicas estadounidenses y cuya aprobación se complicaba con el regreso de Trump al poder.
Con un nuevo plazo de negociación extendido hasta el 1 de agosto, la Comisión Europea insiste en que su objetivo es cerrar un acuerdo “en los próximos días”, para reducir la incertidumbre sobre la mayor relación comercial bilateral del mundo. En paralelo, los Estados miembros se preparan para escenarios alternativos. Si Trump decide imponer aranceles más allá de lo acordado, el Consejo de Comercio de la UE podría reactivar la respuesta arancelaria que fue congelada en abril, por valor de 20.000 millones de euros.
Más allá del corto plazo, esta negociación se enmarca en un momento de redefinición del orden comercial global, donde la UE busca preservar su autonomía estratégica sin romper los canales de interlocución con sus principales socios. El equilibrio entre firmeza y pragmatismo marcará los próximos pasos en una relación que trasciende lo económico para instalarse en el corazón de la política internacional.