Con el avance de las fuerzas israelíes y el control declarado sobre aproximadamente un 75% de la Franja de Gaza, las operaciones militares entran en una etapa marcada por desafíos que trascienden la superficie. La denominada “guerra subterránea” define el escenario más ambiguo y complejo que afronta Israel tras tomar posiciones en vastas zonas del territorio gazatí.
Hamás ha construido una intrincada red de túneles subterráneos cuya extensión supera los 500 kilómetros, según estimaciones militares y de inteligencia. Esta infraestructura multifunción se ha empleado tanto para el contrabando de armas y suministros estratégicos como para movimientos y ataques furtivos dirigidos a territorio israelí. Igualmente, estos túneles han servido como refugio para cuadros de Hamás, espacio logístico para operaciones militares y lugar de ocultamiento y retención de los rehenes del 7 de octubre de 2023.
A pesar del avance en superficie, la existencia de esta red subterránea plantea a las fuerzas israelíes retos significativos de seguridad y control. La toma progresiva de localidades no ha desembocado en un dominio efectivo sobre la infraestructura subterránea ni sobre determinados focos urbanos, como la franja costera que se extiende desde la Ciudad de Gaza hasta Jan Yunis, bajo influencia parcial de Hamás. Este contexto obliga a Israel a destinar recursos, tecnología y tiempo a la detección, neutralización y eventual destrucción de túneles, en una campaña que requiere capacidades especializadas y expone al ejército a nuevas formas de combate asimétrico.
Complejidad estratégica regional
El uso sistemático del entramado de túneles refuerza la complejidad estratégica regional y condiciona cualquier proyecto de estabilización o reconstrucción en Gaza a mediano plazo. La guerra subterránea, además, expone la dificultad de proteger a la población civil y profundiza las incertidumbres sobre la seguridad futura tanto en la Franja como en los límites con Israel. La supervivencia y funcionalidad de estos túneles mantienen la capacidad de Hamás de lanzar operaciones, dificultando un control absoluto del territorio por parte del Estado israelí y ampliando el horizonte de conflicto.
En perspectiva, la contienda subterránea solidifica nuevos patrones de enfrentamiento en la región y pone a prueba la resiliencia tecnológica y militar de Israel. El desenlace de esta fase definirá en buena medida la configuración posbélica de Gaza, así como los equilibrios de seguridad en el entorno próximo.