El diagnóstico de las enfermedades autoinmunes y de baja prevalencia sigue siendo uno de los mayores desafíos de la medicina moderna. Su carácter heterogéneo, la falta de pruebas específicas y la similitud de sus síntomas con los de patologías comunes explican, en gran parte, los retrasos en su identificación. Así lo explica el Doctor Andrés González García, médico internista de la Unidad de Medicina de Familia del Hospital Ruber Internacional y experto en enfermedades autoinmunes sistémicas, quien subraya la importancia de la experiencia clínica y de un abordaje integral en estos pacientes.
“Estas enfermedades pueden debutar con fiebre, cansancio, erupciones cutáneas o dolor articular, y confundirse con cuadros habituales como infecciones”, señala el especialista. El desconocimiento generalizado, unido a la ausencia de biomarcadores concluyentes, se traduce en infradiagnóstico y demoras que impactan directamente en la calidad de vida de los pacientes.
El problema se agrava por los síntomas difusos o inespecíficos, como fatiga extrema, febrícula o pérdida de peso, que pueden llevar a múltiples consultas médicas sin un resultado claro. “Esto genera frustración en los pacientes, que sienten que no les encuentran nada. Solo un seguimiento continuado y una mirada global permiten distinguir lo banal de lo grave”, apunta el Doctor González.
Además, es frecuente que los pacientes reciban diagnósticos parciales o erróneos en fases iniciales, al ser evaluados por diferentes especialistas sin una visión integral. En este contexto, la segunda opinión médica cobra un valor determinante. “No se trata de desconfiar del médico, sino de confirmar que el diagnóstico y el plan terapéutico son los adecuados”, afirma.
“La experiencia es tan importante como la tecnología”.
El Doctor Andrés González insiste en que el abordaje en centros con experiencia es diferencial: equipos multidisciplinares coordinados, mayor familiaridad con la incertidumbre diagnóstica y acceso a terapias innovadoras. “La experiencia es tan importante como la tecnología”, recalca.
Respecto al tratamiento, la medicina avanza hacia planes individualizados, adaptados a la evolución de cada paciente y combinando fármacos tradicionales, terapias dirigidas y medidas de soporte. En los últimos años, los fármacos biológicos han marcado un punto de inflexión, mejorando la calidad de vida y reduciendo complicaciones.
El especialista de Ruber Internacional destaca también la importancia del seguimiento estrecho y la monitorización periódica, no solo para prevenir recaídas o daños irreversibles, sino para acompañar emocionalmente a los pacientes, validando su experiencia y facilitando apoyo psicológico y asociativo. “No tratamos solo órganos, tratamos personas que necesitan sentirse comprendidas y acompañadas”, recuerda el doctor.
Mirando al futuro, el Doctor González señala tres grandes retos: acelerar el diagnóstico gracias a biomarcadores e inteligencia artificial, garantizar el acceso equitativo a nuevas terapias y reforzar las redes de referencia entre hospitales expertos. Todo ello, con la participación del paciente en las decisiones clínicas. “El futuro de estas enfermedades pasa por una medicina personalizada y preventiva, que una ciencia, tecnología y humanidad”, concluye.