El Banco Central Europeo (BCE) ha decidido mantener inalterados los tipos de interés en su última reunión, con el tipo de depósito en el 4%, el de refinanciación en el 4,5%, y la facilidad marginal de crédito en el 4,75%. Este estancamiento es el tercer episodio consecutivo sin cambios desde el inicio del ciclo de subidas de tipos en julio de 2022.
La decisión del BCE se produce en un contexto de intensa caída en el ritmo de crecimiento de la inflación en la zona euro. Christine Lagarde, presidenta de la institución, ha insinuado la posibilidad de un recorte de tipos en el verano de 2024, especialmente ante la disminución en el ritmo de crecimiento de la inflación.
La tasa de inflación interanual en diciembre fue del 2,9%, medio punto porcentual por encima del mes anterior y la más alta desde octubre. Excluyendo factores como la energía, alimentos, alcohol y tabaco, la tasa subyacente se moderó dos décimas, situándose en el 3,4%.
El BCE ha expresado que los tipos de interés deberán permanecer en sus niveles actuales «durante un periodo suficientemente largo» y que la política monetaria seguirá siendo restrictiva «mientras sea necesario». Lagarde ha destacado la dependencia del banco de los datos económicos y ha señalado riesgos importantes como los factores geopolíticos que afectan al transporte marítimo.
Posible recorte en verano
La presidenta del BCE también ha mencionado la atención del banco central a los costes laborales y beneficios, indicando que las subidas de salarios se analizarán a través de los costes laborales unitarios y los márgenes de beneficio. Sin embargo, ha subrayado la dificultad de anticiparse a los acontecimientos futuros.
Aunque se especula sobre la posibilidad de un recorte de tipos en verano, Lagarde ha evitado confirmar una fecha concreta, subrayando que es prematuro hablar de recortes en este momento. Analistas como Jörg Kramer de Commerzbank sugieren que el primer recorte podría producirse en junio, seguido de dos recortes adicionales en la segunda mitad del año. Por otro lado, Pimco sugiere que el BCE podría adoptar una política monetaria más relajada, pero de manera más tardía y menos agresiva de lo que anticipan los mercados.