La gestión del antisemitismo en Francia ha adquirido una dimensión geopolítica tras la reciente carta enviada por el embajador estadounidense en París, Charles Kushner, en la que reprocha al Gobierno de Emmanuel Macron una respuesta insuficiente frente al aumento de incidentes antisemitas en territorio francés. La misiva de Kushner expresa “profunda inquietud” por lo que percibe como pasividad de las autoridades francesas, señala deficiencias en la educación sobre la Shoah y critica el reconocimiento de Palestina como Estado, acusando a Francia de alentar posiciones extremistas y poner en riesgo la convivencia judía.
La reacción de París ante estas declaraciones ha sido contundente. Las autoridades han calificado de “inaceptable” la carta del embajador, subrayando que la calidad de la relación transatlántica requiere un respeto riguroso entre aliados y evitando cualquier injerencia en asuntos internos. Francia sostiene que acusaciones externas de connivencia pasiva amenazan no sólo la imagen del país, sino que pueden agravar la tensión social en un contexto ya marcado por la polarización surgida tras la guerra en Gaza.
La controversia se produce pocas semanas después de un desencuentro similar entre Macron y el primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, quien también acusó a Francia de “alimentar el fuego antisemita”. El hecho de que, en esta ocasión, el señalamiento provenga de Estados Unidos —tradicional aliado— añade una capa de complejidad diplomática. París ha respondido amparándose en la Convención de Viena de 1961, recordando el principio de no injerencia diplomática, y ha convocado al embajador estadounidense para exponerle su desacuerdo de forma directa.
Kushner
El perfil de Kushner, un diplomático de carrera reciente y beneficiario de un indulto presidencial tras cumplir condena por delitos financieros, contribuye a la singularidad del episodio. Su trayectoria, junto con su vinculación familiar con el presidente Trump, no ha pasado desapercibida ni en Estados Unidos ni en Francia, alimentando la discusión sobre el peso de los vínculos personales dentro de la diplomacia contemporánea.
Este episodio revela el impacto que los retos internos en materia de cohesión social y memoria histórica pueden tener en las relaciones internacionales de Francia. El debate pone de manifiesto la dificultad de gestionar la narrativa sobre el pasado y sus consecuencias en la política exterior, así como la capacidad de actores diplomáticos para tensionar incluso relaciones consideradas sólidas entre democracias occidentales.