Alemania y el gas natural ruso

Alemania, ante su encrucijada energética

Los alemanes dependen bastante del gas natural ruso para calentarse, más aún cuando Francia planta cara con la energía nuclear como paso hacia la transición verde

Bundestag alemán. (Fotografía: Felix Mittermeier / Pixabay)

La decisión de la Comisión Europea de retrasar la clasificación del gas natural y la energía nuclear como energías renovables ha recrudecido un debate en el que Francia y Alemania defienden posturas diferentes. Francia se ha erigido como el máximo defensor de la energía nuclear en la Unión Europea, frente a la oposición alemana, que defiende el uso del gas natural como energía de transición hacia las renovables. El actual canciller, Olaf Scholz, (Partido Socialdemócrata Alemán), ha mostrado en reiteradas ocasiones el rechazo a la energía nuclear en el Bundestag desde que asumiera el poder.

Alemania siempre ha tenido un papel geoestratégico a lo largo de la historia reciente. Ahora, con el cambio de canciller tras 16 años de Angela Merkel, el país se sigue enfrentando a una serie de desafíos que ponen en tela de juicio algunas carencias en materia de recursos energéticos. No obstante, la defensa a ultranza del gas por parte de Alemania tiene algún que otro gris.

Si Francia se postula a un lado del ring como el defensor de la energía nuclear, Alemania hace lo propio con el gas natural como su baluarte. Alemania tiene una razón de bastante peso para rechazar la energía nuclear: la tragedia vivida en Chernóbil en 1986. La catástrofe en el norte de Ucrania (antiguamente parte de la URSS) ha generado un fuerte sentimiento antinuclear en tierras germanas.

Más del 55% de las importaciones de Alemania tienen su procedencia en el gas ruso, una cifra que se ha ido incrementando desde 2012

En consecuencia, no son pocos los movimientos ecologistas que han surgido desde entonces. De hecho, muchos de ellos han cristalizado en el partido político Los Verdes que ahora tienen influencia en el gobierno de coalición alemán, donde ostentan el Ministerio del Clima y el de Familia, Medioambiente y Agricultura. Por si fuera poco, la invasión de Rusia en Ucrania sitúa al país bávaro en una posición incómoda por su alta dependencia del gas ruso.

Alemania tiene una relación especial con Rusia. Más del 55% de las importaciones de Alemania tienen su procedencia en el gas ruso, una cifra que se ha ido incrementando desde 2012, según el último informe de Statistic Review of World Energy. Alemania sigue defendiendo el gas natural como una energía de transición verde. No parece que vaya a abandonar esa estrategia, al menos, a corto plazo. Más aún cuando el Nord Stream 2, un gaseoducto construido a través del Mar Báltico para reducir la dependencia de Bielorrusia y Ucrania, ya está construido a falta de ser inaugurado.

Alemania es el quinto país de la UE que más electricidad genera con combustibles fósiles sólidos (carbón, turba, esquisto y gases derivados)

El gris de la encrucijada energética alemana reside en el uso del carbón. Alemania todavía utiliza ese tipo de energía para generar el 30 % de su energía. Es el quinto país de la UE que más electricidad genera con combustibles fósiles sólidos (carbón, turba, esquisto y gases derivados). Polonia es el primero, por delante de Estonia con uno porcentajes altos del 74% y 70% respectivamente.

El uso del carbón es el principal escollo de Alemania para avanzar en la descarbonización. Es más, Angela Merkel, retrasó el abandono completo de este combustible hasta 2038. Por esta razón, el gas parece una activo seguro como energía de respaldo hasta que el país haya avanzado en la utilización de energías renovables. El futuro pasará por la energía nuclear y el gas natural, ya que tanto Francia, como Alemania parecen haber apostado fuerte en su camino hacia una energía más verde.

La Comisión Europea tendrá la última palabra a la hora de clasificar estas controvertidas energías como verdes, al menos, hasta que se demuestre que son limpias. En su haber cuenta con mecanismos que ayudan a desincentivar el uso del carbón como por ejemplo, el mercado de derechos de admisión. De momento, las energías que calientan al mundo occidental siguen funcionando como instrumentos geopolíticos.

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